sábado, 22 de abril de 2017

Tal vez, estés a un solo paso...

No sé si estará bien pero ahí va lo que salió!

Tal vez… estés a un solo paso
Sentada en un viejo bar del centro en una pequeña mesa junto a la ventana allí me encontraba. Mujer morena, de unos 30 años, pelo castaño y ojos grandes y profundos, al menos así me describen quienes me ven seguido en mi rutina diaria.
Era una tarde de sol en la que sus rayos traspasaban el vidrio del bar acariciándome el rostro.
Con mi café habitual en la mano y mirada perdida a la nada misma me encontraba ansiosa, un tanto preocupada, como esperando algo… o a alguien aunque sinceramente no entendía por qué.
El mozo del bar me despertó de mi letargo cuando trajo el resumen de la cuenta.
-         Gracias-  respondí en un tono monocorde y lábil que apenas se pudo escuchar.
El hombre asintió con la cabeza educadamente y volvió a sus labores.
Luego de pagar, me levanté y me dirigí a la salida del bar.  Mi rostro denotaba un rasgo de desilusión, un sentimiento ya conocido, como si me viniese acompañando por mucho tiempo.
En el trayecto a casa algo ocurrió. Perdida en mis pensamientos me choqué con una anciana que venía por mi mismo camino o yo en el de ella , depende desde donde lo veamos.
– Lo lamento mucho- le trasmití. - ¿Se encuentra bien?-
La anciana sólo me miró a los ojos y con una sonrisa me dijo: - No te preocupes……ya la encontrarás.
-         ¿A quién se refiere señora?- contesté un tanto desconcertada.
La mujer se dio media vuelta y continuó su viaje.
Pensando que a lo mejor la anciana no estaba en sus cabales seguí mi rumbo.
De repente algo llamó mi atención que me hizo detenerme… Era una plaza, una común y simple plaza pero tenía algo que no sabía describir qué era que me invitaba a ir. Tal vez ya había pasado por allí muchas veces, realmente no lo sabía sólo que algo hizo que detuviera mi camino y quisiera ir hacia ese lugar.
Al llegar elegí  sentarse debajo de un árbol que daba un poco de aire fresco justo enfrente de unos juegos de niños.
En eso un pequeña se me acercó y se sentó a mi lado. Miré a la distancia a ver si veía a sus padres sin éxito alguno.
-         Hola ¿dónde están tus papás?- pregunté a la niña.
La nena solo me observaba fijamente.
-         ¿Estás perdida?
La pequeña asintió con la cabeza aunque no se la notaba triste ni angustiada.
-         Te ayudaré a buscarlos, vení conmigo- le dije queriendo tranquilizar tal vez a mí misma.
La nena se levantó negando con la cabeza, se acercó a mí con los ojos bien abiertos y posó su mano en mi rostro regalándole una caricia que me hizo enternecer. Luego susurró a mi oído:
-         No te preocupes… cada vez estás más cerca.
En eso una mujer toma del brazo a la niña retándola porque se había ido de su lado. -¿Dónde estabas, Nahiara?-
Quedé inmóvil ante toda la situación y más aún cuando escuché ese nombre. Era mi nombre.
¿Qué estaba pasando? Imaginé que se trataba de una casualidad absurda, aunque mi corazón no paraba de palpitar mientras observaba la escena.
 La niña me regaló una sonrisa y siguió su camino con su madre.
Al pensar que ya eran suficientes cosas raras por un día me dirigí por fin a mi depto queriendo que nada me distraiga de mi destino. Sin embargo no podía dejar de pensar en los mensajes que había recibido.
Al llegar ya había caído la tarde y me dispuse a trabajar un poco en mi computadora. Abrí mi correo y encontré un nuevo mensaje del que no tenía remitente.
Era una historia… pero no cualquier historia… Era lo que había vivido dicho día y ¡con lujo de detalles!. La misma terminaba en que la protagonista "recibió un mensaje en su computadora y mientras estaba leyéndolo escuchó unas risas adolescentes que provenían de su balcón". Inmediatamente las risas llegaron a mis oídos.
-¿Me estaba volviendo loca? ¿Qué es lo que estaba ocurriendo?-
Con temor me asomé al balcón y para mi sorpresa observé una imagen que me trasnmitió mucha alegría.
Desde allí se veía el jardín de una casa y en él una joven que bailaba como si nadie la estuviera mirando. Bailaba feliz al son del movimiento del viento que la despeinaba a su andar. Se reía mientras jugueteaba con sus mascotas que la perseguían de un lugar a otro.
De repente dejó de bailar al verme. Me miró fijamente, lanzó una sonrisa al aire y gritó:
-         ¡Dale! ¡Está ahí! ¿Qué estás esperando?- Y siguió bailando como si nada…
Ante mi asombro entré enseguida y comencé a respirar agitadamente. Cerré los ojos muy fuerte y el miedo dominaba mi pecho.
De repente logré acallar mi mente, aguardé un momento en silencio. Mi respiración se hizo más melodiosa y pude escuchar a mi corazón.
Al abrir los ojos me encontraba frente a mi espejo y las lágrimas empezaron a brotar.
-         Te encontré…- me devolvió la imagen aquellas palabras que salieron de mi boca que dibujó una gran sonrisa en mi rostro.
Y allí estaba conmigo, conmigo misma, encontrándome después de tanto tiempo de búsqueda.

           Jimena Constanzo- "El cuento en la Escuela"- Aula33- Tiza y PC- 2017
                                                                                                   

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